Crítica de "Stagecoach" (1939) de John Ford

Los textos a continuación fueron producidos en el marco del taller de crítica de cine coordinado por Leandro Arteaga en la Facultad Libre.

Las cualidades de un director imaginativo y creativo Autor: Adhemar Principiano

Por primera vez John Ford filma en Monument Valley, llamado “The Ford Country”. Los años treinta no eran propicios para el género de cobwoys en lo económico, se filmaba precariamente desde la serie B, y las películas tenían un límite de presupuesto. Luego de luchar con los productores, John Ford logra filmar su western. El director confía en su talento, en narrar desde una diligencia -cruzando el inmenso territorio- la aventura de un grupo de audaces personajes. Traza los caracteres de cada uno de ellos al subir a la diligencia: la mujer de mala vida y el doctor borrachín -expulsados del pueblo por las puritanas damas de la liga de la ley y el orden social-; un vaquero escapado de la ley; una dama del sur –embarazada-; un jugador (tahúr) aristocrático; un puritano viajante de whisky y un banquero ladrón. Allí ya queda planteado quiénes deben retirarse del pueblo. Cada uno de los personajes está conformados con justeza. Y por último el sheriff. El director convierte la diligencia en una cápsula para analizar y observar aquellos pasajeros que van a integrar el pasaporte a esa travesía para alcanzar un nuevo destino. El director y su guionista marcan las cualidades éticas superiores que deben mantenerse hasta el final de la meta. Es ésta la primera película que rodó en el valle -su valle-. En ese diminutivo y frágil vehículo desplazándose por el desierto, acosados por los “salvajes” apaches, se hace foco en la fragilidad de los personajes que luchan hasta su límites más extremos. El tahúr y su solidaridad, ante quien ha tomado la responsabilidad de proteger: la dama del sur, que el borracho-medico asume con sacrificio, ante el deber al que las circunstancias obligan. El hombre que corre para cumplir su palabra de vengar a sus progenitores, pero que no escapa a asumir su compromiso social junto a la mujer marginada y sola, sin destino. Estos seres, envueltos en las frágiles maderas de una diligencia, logran llegar a ese destino, formados por su solidaridad, acompañados por el absoluto bien: la caballería, emblema de todo film de aventura cuyo grito de protección envuelve a los luchadores llegando a destino. No podemos negar en Ford las cualidades de hombre imaginativo y creativo que en su larga carrera cinematográfica dejó la profunda huella de su arte. Las imágenes fordianas, de jinetes en el horizonte, los planos generales desplazándose por las inmensidades del desierto, con las tomas de profundidad de campo y señalando los límites fronterizos como aquello que para el humano es el límite de su utopía. La fotografía en un alarde de juego en blanco y negro, las escenas de profundidad, donde el carro se desplaza cruzando el desierto y la cámara va marcando la fragilidad de ese desplazamiento, ante la inmensidad del arco natural que lo rodea. Las escenas de la persecución por los apaches, tomas de riesgo -cuando Ringo [Wayne] salta sobre los caballos, para recuperar las riendas; o la otra escena donde el “indio” salta a los caballos y es herido mortalmente, cayendo entre los caballos y la ruedas del carruaje-. Este fue su primer film sonoro del oeste, y contiene un detalle técnico de suma importancia en una secuencia: con los caballos a una velocidad y el tiempo de filmación que se acababa, Ford tuvo que cambiar el enfoque de iluminación y saltar al otro lado de los caballos, o éstos habrían quedados iluminados desde atrás. “Si me hubiera quedado en el lado correcto los caballos habrían quedado iluminados por detrás, y con iluminación por detrás no habría podido indicar la velocidad, de forma que me fui al otro lado, donde les daba la luz a los caballos. En este caso no importaba nada, suelo quebrantar muchas normas” (Extraído del reportaje al director por P. Bogdanovich, 1971, Madrid). John Ford juega con un mismo personaje en dos películas: Pasión de los fuertes (My Darling Clementine, 1946) y La Diligencia (Stagecoach, 1939). Ellos actúan en circunstancias similares con la misma actitud. De compromiso de amistad. De su noble nobleza. “Doc Holliday [Victor Mature] y El Jugador- truhan- aristocrático [John Carradine], entregan sus vidas en aras de la ética comprometida. Con esta película de buena taquilla se despertó económicamente el western. Un clásico del género.